Contemplo cómo todas tus acciones son observadas y juzgadas. Les sorprendía verte disfrutar con tus discípulos. A esta pregunta de, ¿por qué no ayunan tus discípulos? Respondes comparando tu compañía a una fiesta de bodas con el novio. Me parece entender lo que quieres decir. Si estoy en vida de gracia y vivo de acuerdo con tus deseos, no tengo motivos para estar triste. Es decir, el ayuno lo comparas al luto por la ausencia del novio. Cuando no tenemos tu cercanía, no hay vida de gracia, hay que orar y ayunar para tener dominio sobre las obras de la carne. Quizás la pregunta que me puedo hacer ahora es ¿qué tanto mi cercanía contigo es auténtica?
Quizás me siento bien porque no hago mal a nadie de forma grave, pero puedo no acercarme con frecuencia a la confesión, o dejar con facilidad la oración, o las buenas obras. Las pequeñas virtudes son sencillas, pues están a mi alcance, cada día y cada minuto. Siempre hay algo que puede ser motivo para unir, para perdonar o compartir… ¿Qué me cuesta más en la vida diaria?
Hoy me haces una invitación especial para excusar las faltas ajenas, reducirlas a menos e incluso perdonarlas. Este es el ayuno que Tú me pides. Estos son los momentos para alegrarme por tu cercanía y para estar presente como hermano y no como juez.
