Jesús, que reinó en el cielo con la humanidad más santa que había tomado de las entrañas de la Virgen, también quería que su Madre no solo con el alma, sino también con el cuerpo para encontrarse con Él y compartir plenamente Su gloria.
Y ésto era bastante correcto y apropiado. Ése cuerpo que no había sido esclavo del diablo y del pecado por un instante, tampoco debía ser esclavo de la corrupción.

Amén
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