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¿Cómo ha cambiado La Carlina de ser un palacete nazi a convertirse en un monasterio de clausura de las Hermanas Jerónimas?
La Carlina es una finca situada en el municipio de Constantina, en la provincia de Sevilla, con una historia sorprendente que ha sido desconocida para muchos. Hoy en día, es un monasterio de clausura de las Hermanas Jerónimas del Convento de Nuestra Señora de los Ángeles, pero en su origen fue un palacete construido por un hombre cuya historia es relevante para todos, independientemente de su pasado.
El palacete fue construido por Léon Degrelle, un político belga de origen valón y colaborador nazi, que fue el líder del Partido Rexista (Rex), de ideología fascista y católica. Degrelle apoyó la invasión alemana de Bélgica en 1940 y se enlistó en las Waffen SS, combatiendo en el frente oriental contra la Unión Soviética. A pesar de sus acciones pasadas, él buscó refugio en España bajo la protección de Franco, quien le concedió la nacionalidad española.
Degrelle compró La Carlina en 1952 y construyó un palacete, conocido como El Castillo Blanco, donde vivió hasta su fallecimiento en 1994. A pesar de su pasado controversial, la finca fue adquirida por la Congregación de las Hermanas Jerónimas en 2004. La congregación se encargó de restaurar y adaptar el palacete en una hospedería monástica, donde las monjas pueden dedicarse a la oración, el silencio y la entrega a Dios.
Durante el proceso de restauración, se respetaron los elementos antiguos de las edificaciones y se dotó de elementos nuevos, preservando el estilo y la historia del lugar. La torre blanca, el jardín con palmeras y fuentes, todo ha servido de base para el nuevo monasterio, que es un espacio de sencilla belleza, luminosidad y amplitud. El templo está presidido por una imagen de Cristo crucificado, y una celosía de tubos de órgano complementa este proyecto ciertamente innovador. La hospedería se ha construido aprovechando el desnivel del terreno, de modo que queda unida al edificio, pero independiente de éste.
La transformación de La Carlina es un reflejo de cómo la historia puede dar giros inesperados y de cómo un lugar puede cambiar de significado y función. De ser el refugio de un exiliado nazi, ha pasado a ser el hogar de unas monjas que rezan por la paz y la reconciliación. De ser un símbolo de poder y orgullo, ha pasado a ser un signo de humildad y de servicio. De ser un palacete nazi, ha pasado a ser un monasterio de clausura.
Este cambio representa la reconciliación y redención, mostrando cómo incluso aquellos con un pasado controvertido pueden encontrar un camino hacia la paz y la redención. La Carlina es ahora un lugar de oración, silencio y dedicación a Dios, manteniendo viva la historia de un pasado complicado pero transformado por la gracia divina y el servicio a Dios.
La historia de La Carlina y su transformación en un monasterio católico es un recordatorio de que la fe y la redención pueden dar forma a un futuro diferente, incluso en los lugares más inesperados. Es un mensaje de esperanza y de la capacidad del amor y el perdón para transformar vidas y lugares, incluso aquellos con un pasado oscuro. La Carlina es ahora un testimonio de la gracia divina y la redención, un lugar donde la oración y el silencio han remplazado al orgullo y la controversia del pasado.
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Con información de aleteia.org | Foto Créditos: Aleteia