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San Melquíades fue elegido Papa en el 310 o en el 311, y tuvo un pontificado de 3 años.
Era natural de África y sucedió a San Eusebio Papa, quien tuvo que huir de Roma por problemas con los llamados ‘apóstatas’.
Durante su pontificado, se promulgó un edicto de los emperadores Galerio, Licinio y Constantino que puso fin a la persecución a los cristianos y les devolvió sus propiedades confiscadas.
San Melquíades reorganizó administrativamente la diócesis de Roma y la vida de los cristianos en la ciudad.
En el año 312, el emperador Constantino tuvo una visión de una gran cruz entre las estrellas.
Esto lo llevó a incorporar el signo cristiano en sus escudos y estandartes, lo que le permitió vencer a su enemigo Magencio.
Como muestra de su afecto hacia la religión cristiana, el emperador regaló al Papa el Palacio Lateranense, que dio origen a la basílica de San Juan de Letrán.
Además, San Melquíades intervino en la controversia entre donatistas y sus adversarios, fallando en contra de los donatistas y poniendo freno a esta herejía.
Finalmente, el Papa murió el 10 o el 11 de enero del 314, y fue sepultado en la catacumba de San Calixto.
En la vida de San Melquíades, Dios mostró su misericordia y amor para con el pueblo cristiano.
El edicto de los emperadores permitió a los cristianos retomar sus lugares de culto y recuperar sus propiedades.
El regalo de Constantino fue una muestra de su devoción a la fe cristiana.
Y, finalmente, el Papa ayudó a poner fin a la herejía donatista.
Estas acciones son un testimonio de la gracia divina y nos recuerdan que el amor de Dios es para todos los pueblos.
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Con información de Gaudiumpress.org