Ver a Cristo, escuchar a Cristo y sentir como Cristo, fueron los dones que nuestro Señor le otorgó a santa Brígida de Suecia. Estas gracias que Dios otorga a algunos santos, los elevan al rango de místicos, y no han venido solos, también se les suman otras virtudes que las acrecientan, como la caridad, la piedad, el servicio y longanimidad, como frutos de vivir compenetrados en Cristo. Así como san Pablo decía, “Ya no soy yo, es Cristo que vive en mí”, …santa Brígida, tuvo ese preámbulo de cielo, al contemplarlo a través de los sentidos espirituales que le provocaban un deseo de permanecer con el Señor.
Así como en la lectura del día de hoy, Jesús no invita a permanecer en él para dar frutos. Unidos a la vid, nosotros, los sarmientos, estamos llamados a dar fruto.
Contemplar a Cristo Crucificado, es vivir su pasión. No nos podemos imaginar los frutos que de esa devoción podemos obtener.
