Vivir al máximo, pues solo se vive una vez

“Sonrójate, pues, siervo indolente y quejumbroso, de que aquéllos sean más solícitos para la perdición que tú para la vida. Más se gozan ellos en la vanidad que tu en la verdad. ” (Del libro de la Imitación de Cristo, libro 3 – 3)

“Sonrójate, pues, siervo indolente y quejumbroso, de que aquéllos sean más solícitos para la perdición que tú para la vida. Más se gozan ellos en la vanidad que tu en la verdad. ” (Del libro de la Imitación de Cristo, libro 3 – 3)

El título parafrasea una consigna muy famosa en nuestros días. Se considera como un eslogan que le da sentido pleno a la vida; en efecto, la dureza de la vida con todas las bajas que se encuentran en ella, sólo pueden ser superadas viviendo la vida al máximo, ¡cómo si fuéramos a morir mañana!

Siempre me ha llamado la atención la forma en la que viven las personas que no se interesan por Dios y sus cosas. Por lo general, tratan de vivir con pasión, gozo y diligencia hacia los disfrutes mundanos. Las personas quieren tener dinero y una vida cómoda, disfrutando de los bienes de la playa y un buen restaurante; turistear en los paises y saciar su vanidad en Facebook, Twitter o Instagram ¡Y cuanto fervor expresa la juventud de nuestros días, el papa Francisco alaba el vigor juvenil y las destellantes esperanzas que expresan en el inmanente porvenir!

Entonces, yo me quedo pensando… ¿Por qué los cristianos no aprendemos de estas personas el como vivir nuestra fe? Pues si nos fijamos bien, de los neopaganos y ateos se puede aprender algo…

Vivir el cristianismo con intensidad, como si sólo se viviera una vez, debe ser la realidad a la que todos deberíamos tender en estos días y desde siempre. Mientras ellos viven con intensidad la vida que caduca, nosotros debemos vivir con intensidad nuestra vida sobrenatural y eterna, pues la santidad no se alcanza con una fe tan flexible, y la muerte nos alcanzará sin que hayamos “disfrutado de esta vida”¡Dios nos agarre confesados!

Vivir el cristianismo con intensidad significa asumir la radicalidad del evangelio, vuelvo y reitero para enfatizar, ¡la radicalidad del evangelio! Pues los cristianos somos discípulos de aquel que se entrego a la cruz por la salvación de los hombres; de aquel a quien su propia familia le llamó “loco” por la intensidad de su vida ministerial y su cambio radical. hemos nacido de la sangre y agua que brotaron del costado abierto de Cristo, y nuestras vidas le pertenecen a Dios, no a nosotros. Por eso los cristianos, como sus discípulos, debemos vivir apegados a los sacramentos, ser asiduos en la oración, en las buenas obras, en el estudio y la predicación; en la fraternidad católica intercomunitaria, la denuncia de las injusticias y los desvíos doctrinales actuales; preocuparnos por enseñar y corregir a nuestros hermanos, cuidar la belleza de la liturgia y fomentar a su participación.

Hoy en día, a este tipo de catolicismo le llaman “fanatismo”, y la acusación viene especialmente de los hermanos católicos no practicantes; en efecto, algunos cristianos no se dan cuenta, o no se quieren dar cuenta de que tienen un pie metido en el mundo y otro en la Iglesia, y está postura no es compatible con un auténtico cristianismo. Es una incoherencia que a los cristianos practicantes se les acuse de fanáticos y a las personas no cristianas o cristianas no practicantes no se les reproche el vivir con intensidad su liberalismo desenfrenado.

Por eso queridos hermanos, procuremos vivir con fervor nuestra hermosa fe, asumiendo nuestra condición de “Cristos” sin importar lo que piensen los demás, aprendamos de los ateos, neopaganos o cristianos no practicantes, pues nuestra vida sobrenatural la debemos vivir con coherencia y gran impulso, pues sólo así podremos alcanzar la santidad tan anhelada. Procuremos con diligencia las cosas de arriba con la misma fuerza, o aun más fuerza que la de los que buscan cosas de este mundo, pues esa pasión y esperanzas que expresan en lo inmanente, debemos extrapolarla a nuestra vida sobrenatural, tal y como lo han hecho los santos que nos han precedido, poniéndole sazón a la vida cristiana para saborizar al mundo que estamos enviados a evangelizar, de tal manera que cuando el administrador de esta viña regrese, encuentre a sus siervos (nosotros) dándole un escrupuloso cuidado a sus campos.


Carlos Ventura O. P.

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